domingo, 14 de octubre de 2007

Camino a Tronador

Vendrá
el fantasma de ojos negros
El pelo blanco lavanda
La sonrisa
de dientes protectores

Bajará de la nieve
con sus huellas de cisne
Sobre un hielo lejano
de sedas azuladas
Volverá con la cascada
de arrastres portentosos
Y en los costados
de los ángeles
crecerán nuevos álamos nuevos

Me asomará a esta vida,
Tronador,
Y me librará a mi suerte
por haber perturbado su sueño
de nieves eternas
y enanos con corset de punta

Que el fantasma de ojos blancos
me proteja o me hunda
Pero que sea
el de ojos blancos
Al que más conozco

Al que menos debo

(05-01-1990)


No sé si es bueno contar los entretelones o las entrelíneas de un poema -he tenido varios comentarios en contra al respecto-, pero pienso que esta serie lo admite.

El fantasma de ojos negros es Dani, que vendría durante la segunda etapa del viaje, y a quien si bien yo tenía en alta estima, también observaba con recelo, puesto que intuía que Marce (la) lo miraba con ojos cariñosos.

La verdad es que yo básicamente luchaba entonces con mis propios fantasmas -ojo ustedes con lo que van a decir, eh...-, y prefería a mi propio fantasma interior ciego como oponente, que a un posible rival de carne y hueso.

De todas formas, estoy seguro de que para cuando fueron escritas esas líneas, la suerte estaba echada desde hacía rato. Entonces yo no lo sabía, pero Marce sí, por supuesto. Ella ya había elegido, y no era a ninguno de todos mis fantasmas.




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