lunes, 23 de abril de 2007

Sueño de muchas noches de verano

Ella me vigila
por sobre la atmósfera
de nieblas
Tiene el sueño liviano
como un ala de mármol
como un pacto de cisne
como un ojo de buey
al horizonte

Nos miramos
Me vigila
Nos miramos

¿Cómo explicarnos
que el resentimiento de la hora
es mutuo y que hace bien,
que no opaca el amor
ni la alegría ni el vínculo,
sólo que hay que dormirse
y cuanto antes?


(05-01-2000)


Esta es una vivencia intransmisible. Es un concepto recurrente sobre el que vuelvo muchas veces, como para reforzar la idea: la maravilla de ser padres, la coronación del amor más increíble y absoluto, conlleva también muchos momentos de verdadero, profundo pesar. No lo evidente, no a los ojos. Esos instantes en que estamos en el medio de la angustia, de la incertidumbre, del cansancio, solos (al menos uno de los dos debe dormir!), con nuestro bebé, con nuestros fantasmas, y parece que nos desmoronamos... pero nos salva su manito, su rostro a media luz, su prisa al respirar... y finalmente lo acostamos, nos acostamos, y sólo queda el registro incompleto -como un mal presagio- de lo que podría no ser perfecto cuando en verdad lo es. Nada se consigue sin esfuerzo, qué obviedad. Creo que esos instantes sellan definitivamente un amor que ya nace incondicional.

2 comentarios:

Mariana Porta dijo...

Me encantó, me encantó, me encantó. Entiendo esa vivencia. intransferible, maravillosa.
¡Dale Nico dale!
ialei

Marcelo Escobal dijo...

Quizás hay una cuestión generacional y una forma de vivir la pareja y la paternidad que hace que estas líneas resuenen en la sesera con armónicos interesantes. La gente menos pedante que yo le llama simplemente arte.